Ten

“Ten” es una película del año 2002, dirigida por Abbas Kiarostami, que muestra, a lo largo de diez escenas, acontecimientos que ocurren dentro del auto de una enigmática mujer iraní que recorre las calles de Teherán con distintos acompañantes.
En el comienzo vemos al primer copiloto: un niño. Durante esta primera toma de más de quince minutos, no observamos a quien está al volante, sólo vemos a quien deducimos es el hijo de la conductora. Aquí, no sólo escuchamos a este hombrecito argumentar ideas que constatan un contexto cultural, lo que ocurre es algo más interesante: la cámara fija desde el tablero apuntado al acompañante dejando fuera de campo a la madre, nos da a entender rápidamente cuál va a ser la puesta en escena, desde dónde y qué vamos a ver.
Una vez aprehendida la estructura, ésta se vuelve menos rígida. Si bien la cámara sigue puesta en el tablero, con los próximos pasajeros comienza a haber planos/contraplanos en los diálogos, incluso llegamos a ver (una vez) hacia afuera, aunque siempre desde el interior. 
Así, a lo largo del film, escuchamos diálogos frívolos de una conductora independiente con diversos personajes pertenecientes a una compleja sociedad conservadora. Cada conversación tiene más conversaciones dentro, no es directa y tiene interrupciones. Éstas parecen acompañar los zigzagueantes recorridos del automóvil a través de la urbe que vislumbramos desde la ventanilla, hasta finalmente llegar a algún destino determinado o no. 
Cada diálogo es una batalla banal entre ideas progresistas y tradicionales, acompañada por imágenes de un estresante tráfico que refleja una sensación de inestabilidad rutinaria. Este clima de charlas íntimas en medio del desorden está transmitido de manera sofisticada manteniendo un juego equilibrado entre lo que se muestra y lo que no.
El automóvil cumple un rol principal en el desarrollo. Éste delimita de manera tajante la frontera entre lo confidencial de un momento sensible entre seres queridos y el mundo exterior. El auto hace de casa rodante para el sujeto moderno, mientras la cámara observadora evidencia los límites que circunscriben el espacio público y privado.
    Los vehículos son un objeto recurrente en la filmografía de Kiarostami, quien los utiliza como nadie. Crea relaciones entre conductor y espectador, ambos solos, incluso cuando al mismo tiempo estén rodeados de gente. La película se permite jugar con la cámara para dar cuenta de una concepción tripartita del tiempo, donde el pasado está representado por el espejo retrovisor, el presente por los pasajeros y el futuro por el vidrio parabrisas
Otro dispositivo que aporta organicidad a la película es la tecnología. Es la primera película digital del director y esto no es un dato meramente informativo. La cámara digital cumple un rol, estamos hablando de una película experimental, contemporánea, en donde la idea de puesta en escena, decorado, iluminación, coreografía, etc, están siendo deconstruidas. Esto exige una forma de registro, incluso de textura, que justifica el uso de bits digitales para el rodaje.
Es imposible hablar de las películas de Kiarostami sin mencionarlo. Incluso aquí, donde su “dirección” parece imperceptible: la cámara está fija, puesta a grabar y con actores que improvisan. Cuando uno de los directores de cine más grande de todos los tiempos aparenta correrse del centro de un film, más nos exige a los espectadores a mirar hacia la periferia y encontrar arqueológicamente cada una de sus huellas.

Comments