Mi hermano

El tango y el fútbol no son los únicos conceptos que se identifican con los argentinos alrededor del mundo, lamentablemente. La Argentina y los desaparecidos forman un binomio indisoluble, a punto tal que, en ciertos países, a la desaparición de personas se la ha llegado a conocer como La Muerte Argentina a lo largo de los últimos 43 años.
“¿Quién mató a mi hermano?” no es sólo un documental, dirigido por Ana Fraile y Lucas Scavino, que narra los hechos relacionados con la desaparición de Luciano Arruga. Éste también dialoga con una cultura de la violencia institucional que ha generado que términos como “crímenes de lesa humanidad” y “gatillo fácil” sean moneda corriente en nuestro país.
Esta historia está encarnada en una mujer, Vanesa Orieta, con una fuerza inenarrable que demanda respuestas a un sistema que parece no ser más que un entramado de complicidades entre eslabones para cubrirse a sí mismo. Vanesa era la hermana de Luciano Arruga pero, como podemos intuir desde la lectura del título del film, podría haber sido el hermano de cualquiera de nosotros.
Tanto el material de archivo como el grabado cuenta en sí con una gran carga emocional, sin embargo, esto nunca deja de ser complementado con ideas que hacen que el montaje logre transmitir algo más que la mera suma de sus partes. Desde el comienzo de las persecuciones a Luciano en 2008 hasta la aparición del cuerpo en 2014, el paso del tiempo en los cuerpos de los personajes refleja el esfuerzo por atravesar un duelo al mismo tiempo que se lucha por justicia.
Sucede que representar una ausencia no es nada sencillo, ¿cómo se filma lo que no está?. El recurso cinematográfico por excelencia para transformar una ausencia en una presencia es a través del fuera de campo. De esta manera se logra evocar en todo momento el espectro de Luciano, y sentimos, al igual que su familia, como él acompaña y es parte de cada una de las marchas, los viajes y los juicios. 
Una de las escenas más fuertes se produce cuando un abogado interroga a la madre de Luciano en el juicio, una escena que cualquiera que se dedique al derecho debería ver. Ocurre que no hay expresión de crueldad mayor que cuando se invierte el orden “natural” de las cosas y es a la madre a quien le toca ver la muerte de su hijo. Más aún cuando éste estuvo desaparecido, aquí la madre lo va a esperar todas las noches y si escucha pasos en la calle son los de él. 
No obstante el eje central de la película radica en la relación conflictiva que hay entre la ley y la justicia. Cuesta creer en estos tiempos que el derecho sea una traducción fiel del ideal de justicia. Más bien, la ley parece ser una versión de ésta, una versión que, tomando las irrefutables ideas de Trasímaco en “La República”, es la que le conviene a los más poderosos.
Es un documental doloroso, crudo y necesario. Aunque las sentencias parecen nunca alcanzar, ya que uno reclama algo que en el fondo es irreparable, no podrá haber paz en tanto no haya justicia.

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