Siempre Varda

Cuando el arte, o el cine en este caso, corre por las venas de una persona, transgredir resulta una tarea corriente. Incluso es difícil hablar de transgresión cuando ni siquiera parece haber fronteras. “Varda por Agnès”, más allá de ser un feliz recorrido hecho por la propia directora sobre su obra, es una demostración de que Agnès Varda era una cineasta completa, capaz de reinventarse continuamente a lo largo de una extensa carrera utilizando como lema tres palabras: “Inspiración, creación y compartir”.
    La estructura de la película es sencilla, en ella se recorren los distintos proyectos de la directora nacida en Bélgica y adoptada por Francia. Transitamos desde sus inicios coincidentes con el surgimiento de la Nouvelle Vague, donde ella era la única mujer, con obras como: “Cléo de 5 a 7” y su tratamiento subjetivo del tiempo, “Le Bonheur” y su tratamiento de los colores inclusive para utilizar distintos tipos de fundidos. También hay un párrafo aparte para “Jacquot de Nantes”, aquí la directora explica las tres maneras que eligió para retratar a su esposo Jacques Demy en su lecho de muerte: el blanco y negro, los colores vivos y los acercamientos extremos.
    El traspaso del siglo XX al XXI trajo consigo dos eventos que iban a cambiar su carrera para siempre: en primer lugar “Les cent et une nuits de Simon Cinéma”, una película repleta de estrellas reconocidas que fue un fracaso de taquilla y, en segundo lugar, las cámaras digitales y su posibilidad de acercarse a la gente y filmarla sin ser observada. Esto condujo a que Varda renunciara a filmar ficción para siempre y se dedique por completo a los documentales.
    Esa capacidad que le permitía grabar comedias, dramas y cruzar “límites” de manera orgánica, es la que la llevó a transformarse en una artista visual integral. Sin nunca dejar de lado la sensibilidad, curiosidad y atención por lo(s) que está(n) afuera del interés general, llegó a filmar documentales para proyectar en 14 pantallas, un colchón o mismo dentro de una cabaña.
     En el genio de Agnès Varda está su visión que le permite encontrar el costado trascendental a lo que se muestra como mundano. Similar a lo que hizo con su esposo, la obra es una cápsula de tiempo que parece anticipar, con su última frase, que este documental iba a ser el final de una conmovedora e inigualable artista.

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